Escucho canciones que, aunque mantienen intacto su significado, lejos de acariciarme el alma me retuercen las entrañas. Pienso incluso que no tengo el derecho de llorar, de llorar por ti.
Me siento culpable cada vez que evoco tu recuerdo, o simplemente tu mirada, como si allanara un lugar sagrado con divinidades más allá de mi entendimiento. Me veo sin derecho de decir te quiero porque no lo tengo tampoco para quererte.
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